29 marzo, 2006

Disciplina en el aula y tiempos modernos.

Muchos de los que estamos dando aún clase recordamos a muchos de nuestros maestros y profesores como verdaderos ogros rabiosos y que a la menor de cambio te arreaban una leche, un capón, un tirón de orejas o de patillas. Otras veces, más comedidamente y de forma ejemplarizante, te llamaban a la mesa y te hacían extender la palma de la mano y te arreaban con una regla o palmeta, que en el peor de los casos era un cuadradillo de un centímetro cuadrado que picaba horrores y ! Ay de tí si quitabas la mano! Porque en ese caso el castigo era doble o peor aún, te hacían cerrar la mano con los dedos hacia arriba y te golpeaban sobre las yemas. No es menos cierto, que los castigos en el rincón de rodillas también eran frecuentes, así como quedarte hasta las 8 de la tarde en el colegio o ir también los sábados por la mañana.

¿A quién le gustaba ir al colegio en esas condiciones? Yo, pasaba auténtico terror antes, durante y después de las clases de don Lorenzo, Don Ciriaco o el señor Páez. Y no es que me pegasen; casi nunca recibí un golpe, ni fuí mandado al rincón de rodillas ni tampoco tuve los brazos en cruz con libros haciendo peso. Sino que el miedo escénico estaba argumentado por lo que veía que le pasaba a los demás. Sí es cierto que, alguna tarde que otra, estuve castigado y que fueron muchas las hojas que escribí con repeticiones de cien veces y hasta quinientas veces de frases relacionadas con hablar en clase o estudiar, aunque en estos casos solía ser castigos generales.

Recuerdo que si el maestro salía de clase, dejaba al enteradillo de turno a apuntar en la pizarra los nombres de los que hablaran o hicieran algo mal. Entonces estabas perdido, venía el castigo a continuación, y no temíamos al desaforado apuntador de nombres que sólo conseguía ser el hazmerreir de la clase, sino al aprendiz de brujo que apuntaba fríamente tu nombre, sin gritos ni aspavientos, pero que fulminaba igual que el maestro con su mirada.

Recuerdo las horas interminables, silenciosas, y las tardes primaverales en las que se oían los vencejos y el zumbar de las moscas. ¡Ellos si podían molestar!

Eran tiempos de dictadura, no sólo fuera del aula, en la calle, sino también dentro.

Recuerdo aquellos días y pienso que en esos tiempos no había niños hiperactivos, ni con síndromes varios y enfermedades nerviosas, sólo había niños con miedo, por que recuerdo que al tartamudo, al zurdo, al hiperactivo lo curaban sólo con jarabe de palo, y pudiera ser que curara, por que nadie era tan fuerte, salvo alguna excepción, que ahora entiendo ¡cómo sufrirían!, para recibir, mañana y tarde, una somanta de reglazos, sopapos, gritos ridiculizantes y otros bichos.

Ya pasada la dictadura, preparándome las oposiciones, vivía detrás de un colegio privado. Se oían, no ya los vencejos y las moscas, sino los gritos y correcciones que imponían algunos maestros y que trascendía los cristales de mi ventana. Esta vez me aterrorizaba la profesión de maestro. Por ello nunca quise serlo. Tenía yo la imagen esa muy grabada de niño y hasta que no llegué al instituto con quince años y me tocaron unos profesores muy "educados" que nunca me avasallarón, no perdí el miedo al "colegio". Por ello decidí ser profesor de Bachillerato. La enseñanza superior parecía estar más lejos del grito y de la palmeta.

Ahora, en estos dias, asentada la democracia, con unos niños y niñas más conscientes de su individualidad y sus derechos, invadidos por la tecnología de vanguardia, devoradores de mass-multimedia y efectos especiales, algo ha cambiado en la enseñanza secundaria. Ahora es obligatoria, y hay muchos chicos y chicas estudiantes que no disfrutan tampoco, como muchos de nuestro tiempo, de los estudios, y posiblemente estén en su derecho. ¿Cómo hacemos frente a esta nueva situación?. ¿Cuál es el modelo que mamamos en nuestra infancia? Hoy, nos es abobinable, mas, ¿se puede aguantar la desfachatez, caradura, aburrimiento, o lo que sea de este alumnado?.

Desde luego hay dos razones para aguantarlo, una es que nos pagan por ello, la otra es que lo manda la ley. ... o veceversa. Hay que soportalo, para eso soy profesor, pero hay otra ley natural primigenia y es que debo sobrevivir.

Como profesor, quiero enseñar. Para ello necesito cierta armonía y tranquilidad dentro del aula. Cómo no la consigo, he de tener estrategias: en una lucha frente a frente con este alumnado seguro que pierdo por desgaste. Son más, más fuertes y más jóvenes y seguro que piensan también que son mejores, lo único que puedo conseguir es que me irrite, me suba la tensión y hasta suelte una procacidad. Mi corazón, se deja sentir, a veces con una intensa punzada.

Lo habitual es salir de la clase mosqueado y desahogarse en la sala de profesorado, contando lo que todo el mundo sabe y asienten con la cabeza, o nos cuentan su historia, que es un calco de la nuestra. Se refuerza así el conflicto, lo vivo de nuevo. Me voy a casa y se lo cuento a mi esposa, de nuevo me aguanta la monserga diaria con cara de circunstancias, y de nuevo vivo el conflicto. Por la noche me acuesto y revivo el conflicto que ha pasado hoy y que seguro pasará mañana. Ahora toca ración doble, y una por adelantado. ¿Con qué ganas voy a trabajar cuando me levanto?

Pero hay una manera de liberarse de todo ello y es llegar a un acuerdo
expreso o tácito con este alumnado y es, que vaya a su bola, mientras tú puedes trabajar con el resto del alumnado. ¿Es un fracaso? Puede que sí, pero no conozco a nadie que haya hecho trabajar en secundaria a los alumnos o alumnas objetores. ¿Qué se gana a cambio?. No entrar en la sala de profesorado quejándome de un curso o de unos alumnos, jamás. Cuando entro en el aula, sé lo que me encuentro y como me responden. Los reconduzco dentro de unos límites y mientras no se sobrepasen, todos felices.

No tengo problemas para dormir, no se me encoge el corazón, no me irrito, no me sube la tensión, no paso por las crisis que pasan otros compañeros. Yo quiero jubilarme a mi tiempo, e incluso desde que practico esta filosofía, no me importaría llegar dando clases hasta los 70.

Cuando uno lee estadísticas sobre la salud psicológica de la infancia española, ve que hay un porcentaje elevado que sufre algun tipo de trastorno. (Ver extracto del artículo de Patricia Matey al final del log).

Pues eso, cuando se ve que un porcentaje creciente de adolescentes presentan estos problemas de conducta y lo único que se le ocurre a los pedagogos de pacotilla que manejan los hilos de la enseñanza estatal es que el profesor haga una adaptación curricular, como si eso fuese la panacea, me pongo de los nervios. ¿Cómo atender dentro del aula a personas con estos problemas, que no son académicos, con los medios actuales?.

Yo no puedo. Lo reconozco.

A este alumnado, lo veo como víctimó de un tiempo en el que se sabe mucho y se hace poco. Visto lo cual, al menos salva a mis profesores ogros su desconocimiento de los fundamentos psicologicos actuales. Seguro que creían a pies juntillas que era un problema sólo de disciplina férrea, pues la letra con sangre entra.

Hoy sabemos más, pero estamos echando a los leones a multitud de chicos y chicas, con problemas y no de tipo académico, que éstos también existen, sino de trastornos de conducta y sindromes varios (Conocéis el sindrome de Gilles de la Tourette, yo sí, y en una hija)y ¡ nos olvidamos de los superdotados!.

Multitud de niños y niñas salen de la Primaria sin diagnóstico alguno y llegan al instituto sólo con la etiqueta de "difícil" o "problemático", cuando no "atrasado académicamente". ¿Que quiere decir difícil? ¿problemático? Por qué no preguntarse mejor ¿Que deficiencia psicológica presenta este alumno o alumna? ¿Qué puede hacer el centro por él? ¿Con que profesionales?

Desde luego a estas víctimas no es para tratarlas a gritos, castigos o insultos. Yo no tengo la solución, lo reconozco, pero me niego a maltratarlos psicológicamente más de lo que les maltrata la vida. En todo caso, debo asumir que ellos intenten maltratarme a mi, pero yo no debo entrar en su juego. No puedo darme por aludido en mi persona. Debo estar por encima del conflicto y no asumirlo como ataques personales. El profesorado debe aprender del personal sanitario que trata con enfermos "difíciles". Los buenos sanitarios, los tratan con una sonrisa y no se dan por aludidos ante los insultos que les lanza un desequilibrado por el dolor o la enfermedad. Aunque algunos tampoco lo consiguen.

Y para finalizar, insistir que todas y todos los que estamos dentro del aula tenenmos que sobrevivir, ser felices y no destruirnos. ¡Va va por Ustedes!.

(Sacado de
PSIQUIATRÍA
Muchos niños para el diván

PATRICIA MATEY
http://www.el-mundo.es/salud/2001/420/980928816.html

"Las cifras no son nada despreciables. Se estima que entre un 15% y un 24% de los niños y adolescentes españoles padece alguna vez en su vida una patología neuropsiquiátrica. (...) De entre todas las patologías psíquicas, las más comunes en España son los trastornos de conducta y los de ansiedad, la depresión, el trastorno obsesivo compulsivo y la anorexia. Javier Royo, psiquiatra infantil del Hospital de Día Infanto-Juvenil del Servicio Navarro de Salud y segundo autor del trabajo de investigación sobre incidencia de trastornos mentales en dicha comunidad —cuyos resultados estarán disponibles el próximo año—, afirma que «casi el 50% de los motivos de consulta de los padres se debe a un problema de conducta».

Trastornos de comportamiento . Aproximadamente entre un 6% y un 16% de los chicos y entre un 2% y un 9% de las chicas menores de 18 años sufre este problema, que se caracteriza por «la trasgresión de las normas aceptadas por un determinado grupo social», tal y como refleja el libro Psiquiatría del Niño y del Adolescente de la doctora Mardomingo. Estos menores tienen, por tanto, mucha dificultad para seguir las reglas y comportarse de forma socialmente aceptable.

«El trastorno negativista desafiante, la variante menos grave de los trastornos de conducta, es el más diagnosticado», afirma el doctor Royo. Este problema es típico en los niños de edad inferior a 10 años y se caracteriza por una conducta desafiante, provocadora y desobediente.

Los síntomas por los que los trastornos de conducta pueden delatarse son las rabietas y las reacciones catastróficas, que afectan al 10% de los niños de menos de cinco años. Otros signos son las amenazas, el inicio de peleas, ser cruel con los animales u otras personas o destruir deliberadamente cosas, entre otros.

Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad . Es el segundo trastorno del comportamiento más frecuente: entre un 3% y un 5% de los niños en edad escolar lo sufren. Aunque se desarrolla antes de los siete años, suele diagnosticarse entre los ocho y los 10.

La dificultad para concentrarse, parece que no escuchan, no poder esperar un turno en un grupo, ser excesivamente inquieto, distraerse habitualmente y hablar constantemente son algunos de los rasgos que lo caracterizan. «Todos los trastornos de conducta son fáciles de diagnosticar, ya que el mal comportamiento es sencillo de objetivar por padres y profesores», insiste Royo.

Trastornos de ansiedad . La mayoría de los niños tiene miedo a la oscuridad, a los fantasmas, a los monstruos, a ciertos animales o a determinadas situaciones, pero cuando estos temores persisten en el tiempo y se vuelven incapacitantes se convierten en patológicos. Los síntomas que los caracterizan son, entre otros, dolores musculares, temblores, trastornos del sueño, exageración de las respuestas de alerta o alarma, irritabilidad, taquicardia, sudoración o náuseas.

Ansiedad por separación . Es uno de los más comunes. Como su propio nombre indica, se caracteriza por el miedo, hasta el punto de convertirse en pánico, a separarse de los padres o de las personas más queridas. Puede presentarse de forma repentina, sin que se haya percibido ningún signo previo, y suele manifestarse, además, mediante apatía, tristeza, dificultades para concentrarse o una interacción social deficitaria.

Otro tipo de trastorno es de ansiedad por evitación (el menor no quiere relacionarse con otras personas), en los que el niño padece también, y por un periodo de al menos seis meses, otros síntomas como inseguridad o timidez.

Fobias . La escolar es la más frecuente en la infancia, afecta al 4% de los niños. Son menores a los que el hecho de ir al colegio les provoca una gran angustia, que puede acompañarse de náuseas, diarrea, vómitos, anorexia o cefaleas. Muchos especialistas creen que la ansiedad por separación y la fobia escolar son el mismo trastorno, pero ni todos los niños con este tipo de angustia se niegan a ir al colegio, ni los que padecen fobia escolar sufren ansiedad por la separación de la madre.

Trastorno obsesivo compulsivo . Incluidos también en los trastornos de ansiedad, se caracterizan por obsesiones y pensamientos recurrentes y persistentes y por compulsiones (actos repetitivos). Uno de cada 100 niños y adolescentes lo sufre y su patología le empuja a mantener ciertos comportamientos repetitivos como, por ejemplo, lavarse continuamente las manos o poner las cosas en un orden determinado. De hecho, entre los más pequeños, el aseo repetido suele ser común debido al miedo obsesivo a enfermar por algún germen.

Depresión . Se trata de una de las patologías que más ha aumentado su incidencia en edades precoces. Más de un niño de entre seis y 12 años de cada 10 sufre síntomas persistentes de tristeza. Es más, sólo en EEUU, entre tres y seis millones de niños son víctimas de este trastorno. El fracaso repentino en el colegio, la pérdida de interés por las actividades que antes le motivaban, la irritabilidad y los lloros inexplicables, los cambios en los patrones del sueño y de la alimentación, así como la queja constante por dolores de cabeza o estómago sin causa aparente son los signos que pueden delatar su existencia.

Los trastornos depresivos son, junto con la anorexia, dos de las patologías que han empezado a verse en la consulta a edades tempranas. «Los problemas de la alimentación se están iniciando a edades alarmantes. Antes afectaban a niñas de 13 o 14 años y ahora estamos viendo casos en los que la menor no ha cumplido los 11 años. Una de las razones puede ser el hecho de que, en las sociedad actual, la edad de la adolescencia se ha adelantado», apunta Manuel Martín.

Otras enfermedades que afectan a la población infantil, pero en menor medida, son: el autismo, el síndrome de Gilles de la Tourette, el trastorno de estrés postraumático o los trastornos de identidad sexual. El diagnóstico precoz y el tratamiento de todas ellas puede evitar el sufrimiento de los menores y sus familias, buena parte del 30% del fracaso escolar ligado a los problemas mentales, pero, sobre todo, que todos tengan la oportunidad de liberarse en la madurez de la patología mental que esclavizó su infancia."

4 Comentarios:

At 10:02 p. m., Blogger Karl Enmanuel said...

Cuanto ha llovido, es un decir, desde que escribí este post. No lo quiero borrar por que forma parte de mi pasado, pero en estos meses, desde que lo escribí he visto, oido y aprendido cosas que me hacen matizar parte de lo dicho en él.

Desconocía, por ejemplo la psicología sistémica. Cuando empiece el curso voy a realizar un encuentro con varios compañeros y un psicologo especializado para aprender más sobre este asunto.

Tampoco conocía bien la pizarra digital. Creo que es un recurso para acercar las TIC en el aula de primera magnitud.

En este momento estoy más concienciado sobre el alumnado objetor y creo que se puede hacer algo por él. Me siento con fuerzas para intentarlo y tengo esperanzas de conseguir algún logro.

Me he preparado en utilización de los recursos TIC en el aula y me encuentro mejor preparado que hace tres meses. El nuevo curso va a ser un interesante reto.

Por cierto, ya tenemos diseñado el plan de acogida para el curso 2006/07 y vamos a profundizar más en un grupo de innovación educativa que coordinare si todo va bien para el año que entra.

Saludos et fortaleza.

 
At 9:01 a. m., Anonymous Anónimo said...

Usted no creo que deba comportarse de esa manera.Creo que su problema viene del pasado ya que por una parte no quiere repetir los pasos de sus antiguos profesores pero tampoco debe dejarse llevar por los alumnos.
Si que es cierto que con disciplina se aprende mucho mejor, pero una cosa es disciplina y otra muy distinta es tener al alumnado aterrorizado, como le tenian a usted.Mi consejo es el siguiente: trate usted a sus alumnos con autoridad,ya que hoy en dìa no hay maltrato, sino mediante partes. o simplemente hechar de clases a los alumnos que no quieren o no les apetecen estudiar, por que seguro que en sus clases hay muchos alumnos que si desean sacar el curso, ¿no?.Ahora lo que usted esta haciendo es perjudicarlos puesto que al no dar sus clases bien sus alumnos no aprenden.
un saludo y espero que usted conteste.

 
At 10:49 a. m., Anonymous Anónimo said...

Deberia de olvidar el pasado y vivir el presente, ya que como a usted le han maltratado psicologicamente, deberia de intentar no cometer el mismo error que cometieron sus profesores con usted.

 
At 1:54 a. m., Anonymous Isabel said...

He disfrutado mucho durante la lectura de su artículo, y hay que reconocer que sólo los que nos dedicamos a este mundillo podemos enteder de verdad lo que ocurre dentro de esas aulas. Yo me río de todos aquellos pseudo-psicólogos, periodistas y demás profesiones, que creen saber cuando opinan sin ningún empirismo sobre los adolescentes y no buscan más que culpables... Señores míos, miren en la sociedad, en las cadenas de televisión, en las series americanas y españolas, miren ahí y digan si esos adolescentes no reproducen todos esos comportamientos.

Enhorabuena por su blog, le animo a seguir...

Una joven profesora de secundaria

 

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